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Fábula de Félix María Samaniego
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Página 6 de 7.
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
El ciervo y los bueyes
Con inminente riesgo de la vida
un ciervo se escapó de una batida,
Y en la quinta cercana de repente
Se metió en el establo incautamente.
Dícele un buey: «¿Ignoras, desdichado,
Que aquí viven los hombres? ¡Ah cuitado!
Detente, y hallarás tanto reposo
Como perdiz en boca de raposo.»
El Ciervo respondió: «Pero, no obstante,
Dejadme descansar algún instante,
Y en la ocasión primera
Al bosque espeso emprendo mi carrera.»
Oculto en el ramaje permanece;
A la noche el boyero se aparece,
Al ganado reparte su alimento,
Nada divisa, sálese al momento.
El mayoral y los criados entran,
Y tampoco le encuentran.
Libre de aquel apuro
El ciervo se contaba por seguro;
Pero el Buey, más anciano,
Le dice: «¿Qué? ¿Te alegras tan temprano?
Si el amo llega, lo perdiste todo;
Yo le llamo cien-ojos por apodo:
Mas chitón, que ya viene.»
Entra Cien-ojos; todo lo previene;
A los rústicos dice: «No hay consuelo;
Las colleras tiradas por el suelo,
Limpio el pesebre, pero muy de paso;
El ramaje muy seco y más escaso.
Señor mayoral, ¿es éste buen gobierno?»
En esto mira al enramado cuerno
Del triste Ciervo; grita, acuden todos
Contra el pobre animal de varios modos,
Y a la rústica usanza
Se celebró la fiesta de matanza.
Esto quiere decir que el amo bueno
No se debe fiar del ojo ajeno.
Con inminente riesgo de la vida
un ciervo se escapó de una batida,
Y en la quinta cercana de repente
Se metió en el establo incautamente.
Dícele un buey: «¿Ignoras, desdichado,
Que aquí viven los hombres? ¡Ah cuitado!
Detente, y hallarás tanto reposo
Como perdiz en boca de raposo.»
El Ciervo respondió: «Pero, no obstante,
Dejadme descansar algún instante,
Y en la ocasión primera
Al bosque espeso emprendo mi carrera.»
Oculto en el ramaje permanece;
A la noche el boyero se aparece,
Al ganado reparte su alimento,
Nada divisa, sálese al momento.
El mayoral y los criados entran,
Y tampoco le encuentran.
Libre de aquel apuro
El ciervo se contaba por seguro;
Pero el Buey, más anciano,
Le dice: «¿Qué? ¿Te alegras tan temprano?
Si el amo llega, lo perdiste todo;
Yo le llamo cien-ojos por apodo:
Mas chitón, que ya viene.»
Entra Cien-ojos; todo lo previene;
A los rústicos dice: «No hay consuelo;
Las colleras tiradas por el suelo,
Limpio el pesebre, pero muy de paso;
El ramaje muy seco y más escaso.
Señor mayoral, ¿es éste buen gobierno?»
En esto mira al enramado cuerno
Del triste Ciervo; grita, acuden todos
Contra el pobre animal de varios modos,
Y a la rústica usanza
Se celebró la fiesta de matanza.
Esto quiere decir que el amo bueno
No se debe fiar del ojo ajeno.
Selina- ♕-Princesa
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
Los navegantes
Lloraban unos tristes Pasajeros
Vendo su pobre nave combatida
De recias olas y de vientos fieros,
Ya casi sumergida;
Cuando súbitamente
El viento calma, el cielo se serena,
Y la afligida gente
Convierte en risa la pasada pena;
Mas el piloto estuvo muy sereno
Tanto en la tempestad como en bonanza,
Pues sabe que lo malo y que lo bueno
Está sujeto a súbita mudanza.
Lloraban unos tristes Pasajeros
Vendo su pobre nave combatida
De recias olas y de vientos fieros,
Ya casi sumergida;
Cuando súbitamente
El viento calma, el cielo se serena,
Y la afligida gente
Convierte en risa la pasada pena;
Mas el piloto estuvo muy sereno
Tanto en la tempestad como en bonanza,
Pues sabe que lo malo y que lo bueno
Está sujeto a súbita mudanza.
Selina- ♕-Princesa
- Mensajes : 30243
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
El torrente y el río
Despeñado un Torrente
De un encumbrado cerro
Caía en una peña,
Y atronaba el recinto con su estruendo.
Seguido de ladrones
Un triste pasajero,
Despreciando el ruido,
Atravesó el raudal sin desaliento;
Que es común en los hombres
Poseídos del miedo,
Para salvar la vida,
Exponerla tal vez a mayor riesgo.
Llegaron los bandidos,
Practicaron lo mesmo
Que antes el caminante,
Y fueron en su alcance y seguimiento.
Encontró el miserable
De allí a muy poco trecho
Un Río caudaloso,
Que corría apacible y con silencio.
Con tan buenas señales,
Y el próspero suceso
Del raudal bullicioso,
Determinó vadearle sin recelo;
Mas apenas dio un paso
Pagó su desacuerdo,
Quedando sepultado
En las aleves aguas sin remedio.
Temamos los peligros
De designios secretos;
Que el ruidoso aparato
Si no se desvanece, anuncia el riesgo.
Despeñado un Torrente
De un encumbrado cerro
Caía en una peña,
Y atronaba el recinto con su estruendo.
Seguido de ladrones
Un triste pasajero,
Despreciando el ruido,
Atravesó el raudal sin desaliento;
Que es común en los hombres
Poseídos del miedo,
Para salvar la vida,
Exponerla tal vez a mayor riesgo.
Llegaron los bandidos,
Practicaron lo mesmo
Que antes el caminante,
Y fueron en su alcance y seguimiento.
Encontró el miserable
De allí a muy poco trecho
Un Río caudaloso,
Que corría apacible y con silencio.
Con tan buenas señales,
Y el próspero suceso
Del raudal bullicioso,
Determinó vadearle sin recelo;
Mas apenas dio un paso
Pagó su desacuerdo,
Quedando sepultado
En las aleves aguas sin remedio.
Temamos los peligros
De designios secretos;
Que el ruidoso aparato
Si no se desvanece, anuncia el riesgo.
Selina- ♕-Princesa
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
El león, el lobo y la zorra
Trémulo y achacoso
A fuerza de años un León estaba;
Hizo venir los médicos, ansioso
De ver si alguno de ellos le curaba.
De todas las especies y regiones
Profesores llegaban a millones.
Todos conocen incurable el daño;
Ninguno al Rey propone el desengaño;
Cada cual sus remedios le procura,
Como si la vejez tuviese cura.
Un Lobo cortesano
Con tono adulador y fin torcido
Dijo a su Soberano:
«He notado, Señor, que no ha asistido
La Zorra como médico al congreso,
Y pudiera esperarse buen suceso
De su dictamen en tan grave asunto.»
Quiso su Majestad que luego al punto
Por la posta viniese;
Llega, sube a palacio, y como viese
Al Lobo, su enemigo, ya instruida
De que él era autor de su venida,
Que ella excusaba cautelosamente,
Inclinándose al Rey profundamente,
Dijo: «Quizá, Señor, no habrá faltado
Quien haya mi tardanza acriminado;
Mas será porque ignora
Que vengo de cumplir un voto ahora,
Que por vuestra salud tenía hecho;
Y para más provecho,
En mi viaje traté gentes de ciencia
Sobre vuestra dolencia.
Convienen pues los grandes profesores
En que no tenéis vicio en los humores,
Y que sólo los años han dejado
El calor natural algo apagado;
Pero éste se recobra y vivifica
Sin fastidio, sin drogas de botica,
Con un remedio simple, liso y llano,
Que vuestra majestad tiene en la mano.
A un Lobo vivo arránquenle el pellejo,
Y mandad que os le apliquen al instante,
Y por más que estéis débil, flaco y viejo,
Os sentiréis robusto y rozagante,
Con apetito tal, que sin esfuerzo
El mismo Lobo os servirá de almuerzo.»
Convino el Rey, y entre el furor y el hierro
Murió el infeliz Lobo como un perro.
Así viven y mueren cada día
En su guerra interior los palaciegos
Que con la emulación rabiosa ciegos
Al degüello se tiran a porfía.
Tomen esta lección muy oportuna:
Lleguen a la privanza enhorabuena,
Mas labren su fortuna
Sin cimentarla en la desgracia ajena.
Trémulo y achacoso
A fuerza de años un León estaba;
Hizo venir los médicos, ansioso
De ver si alguno de ellos le curaba.
De todas las especies y regiones
Profesores llegaban a millones.
Todos conocen incurable el daño;
Ninguno al Rey propone el desengaño;
Cada cual sus remedios le procura,
Como si la vejez tuviese cura.
Un Lobo cortesano
Con tono adulador y fin torcido
Dijo a su Soberano:
«He notado, Señor, que no ha asistido
La Zorra como médico al congreso,
Y pudiera esperarse buen suceso
De su dictamen en tan grave asunto.»
Quiso su Majestad que luego al punto
Por la posta viniese;
Llega, sube a palacio, y como viese
Al Lobo, su enemigo, ya instruida
De que él era autor de su venida,
Que ella excusaba cautelosamente,
Inclinándose al Rey profundamente,
Dijo: «Quizá, Señor, no habrá faltado
Quien haya mi tardanza acriminado;
Mas será porque ignora
Que vengo de cumplir un voto ahora,
Que por vuestra salud tenía hecho;
Y para más provecho,
En mi viaje traté gentes de ciencia
Sobre vuestra dolencia.
Convienen pues los grandes profesores
En que no tenéis vicio en los humores,
Y que sólo los años han dejado
El calor natural algo apagado;
Pero éste se recobra y vivifica
Sin fastidio, sin drogas de botica,
Con un remedio simple, liso y llano,
Que vuestra majestad tiene en la mano.
A un Lobo vivo arránquenle el pellejo,
Y mandad que os le apliquen al instante,
Y por más que estéis débil, flaco y viejo,
Os sentiréis robusto y rozagante,
Con apetito tal, que sin esfuerzo
El mismo Lobo os servirá de almuerzo.»
Convino el Rey, y entre el furor y el hierro
Murió el infeliz Lobo como un perro.
Así viven y mueren cada día
En su guerra interior los palaciegos
Que con la emulación rabiosa ciegos
Al degüello se tiran a porfía.
Tomen esta lección muy oportuna:
Lleguen a la privanza enhorabuena,
Mas labren su fortuna
Sin cimentarla en la desgracia ajena.
Selina- ♕-Princesa
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
Los ratones y el gato
Marramaquiz, gran gato,
De nariz roma, pero largo olfato,
Se metió en una casa de Ratones.
En uno de sus lóbregos rincones
Puso su alojamiento;
Por delante de sí, de ciento en ciento
Les dejaba por gusto libre el paso,
Como hace el bebedor, que mira al vaso;
Y ensanchando así más sus tragaderas,
Al fin los escogía como peras.
Éste fue su ejercicio cotidiano;
Pero tarde o temprano,
Al fin ya los Ratones conocían
Que por instantes se disminuían.
Don Roepan, cacique el más prudente
De la Ratona gente,
Con los suyos formó pleno consejo,
Y dijo así con natural despejo:
«Supuesto, hermanos, que el sangriento bruto,
Que metidos nos tiene en llanto y luto,
Habita el cuarto bajo,
Sin que pueda subir ni aun con trabajo
Hasta nuestra vivienda,, es evidente
Que se atajará el daño solamente
Con no bajar allá de modo alguno.»
El medio pareció muy oportuno;
Y fue tan observado,
Que ya Marramaquiz, el muy taimado,
Metido por el hambre en calzas prietas,
Discurrió entre mil tretas
La de colgarse por los pies de un palo,
Haciendo el muerto: no era ardid malo;
Pero don Roepan, luego que advierte
Que su enemigo estaba de tal suerte,
Asomando el hocico a su agujero,
«Hola, dice, ¿qué es eso, caballero?
¿Estás muerto de burlas o de veras?
Si es lo que yo recelo en vano esperas;
Pues no nos contaremos ya seguros
Aun sabiendo de cierto
Que eras, a más de Gato muerto,
Gato relleno ya de pesos duros».
Si alguno llega con astuta maña,
Y una vez nos engaña,
Es cosa muy sabida
Que puede algunas veces
El huir de sus trazas y dobleces
Valernos nada menos que la vida.
Marramaquiz, gran gato,
De nariz roma, pero largo olfato,
Se metió en una casa de Ratones.
En uno de sus lóbregos rincones
Puso su alojamiento;
Por delante de sí, de ciento en ciento
Les dejaba por gusto libre el paso,
Como hace el bebedor, que mira al vaso;
Y ensanchando así más sus tragaderas,
Al fin los escogía como peras.
Éste fue su ejercicio cotidiano;
Pero tarde o temprano,
Al fin ya los Ratones conocían
Que por instantes se disminuían.
Don Roepan, cacique el más prudente
De la Ratona gente,
Con los suyos formó pleno consejo,
Y dijo así con natural despejo:
«Supuesto, hermanos, que el sangriento bruto,
Que metidos nos tiene en llanto y luto,
Habita el cuarto bajo,
Sin que pueda subir ni aun con trabajo
Hasta nuestra vivienda,, es evidente
Que se atajará el daño solamente
Con no bajar allá de modo alguno.»
El medio pareció muy oportuno;
Y fue tan observado,
Que ya Marramaquiz, el muy taimado,
Metido por el hambre en calzas prietas,
Discurrió entre mil tretas
La de colgarse por los pies de un palo,
Haciendo el muerto: no era ardid malo;
Pero don Roepan, luego que advierte
Que su enemigo estaba de tal suerte,
Asomando el hocico a su agujero,
«Hola, dice, ¿qué es eso, caballero?
¿Estás muerto de burlas o de veras?
Si es lo que yo recelo en vano esperas;
Pues no nos contaremos ya seguros
Aun sabiendo de cierto
Que eras, a más de Gato muerto,
Gato relleno ya de pesos duros».
Si alguno llega con astuta maña,
Y una vez nos engaña,
Es cosa muy sabida
Que puede algunas veces
El huir de sus trazas y dobleces
Valernos nada menos que la vida.
Selina- ♕-Princesa
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
El asno y el lobo
Un Burro cojo vio que le seguía
Un Lobo cazador, y no pudiendo
Huir de su enemigo, le decía:
«Amigo Lobo, yo me estoy muriendo;
Me acaban por instantes los dolores
De este maldito pie de que cojeo;
Si yo no me valiese de herradores,
No me vería así como me veo.
Y pues fallezco, sé caritativo;
Sácame con los dientes este clavo,
Muera yo sin dolor tan excesivo,
Y cómeme después de cabo a rabo.»
«¡Oh! dijo el cazador con ironía,
Contando con la presa ya en la mano,
No solamente sé la anatomía,
Sino que soy perfecto cirujano.
El caso es para mí una patarata,
La operación no más que de un momento;
Alargue bien la pata,
Y no se me acobarde, buen Jumento.»
Con su estuche molar desenvainado
El nuevo profesor llega al doliente;
Mas éste le dispara de contado
Una coz que le deja sin un diente.
Escapa el cojo, pero el triste herido
Llorando se quedó su desventura.
«¡Ay infeliz de mí! bien merecido
El pago tengo de mi gran locura.
Yo siempre me llevé el mejor bocado
En mi oficio de Lobo carnicero;
Pues si puedo vivir tan regalado,
éA qué meterme ahora a curandero?»
Hablemos en razón: no tiene juicio
Quien deja el propio por ajeno oficio.
Un Burro cojo vio que le seguía
Un Lobo cazador, y no pudiendo
Huir de su enemigo, le decía:
«Amigo Lobo, yo me estoy muriendo;
Me acaban por instantes los dolores
De este maldito pie de que cojeo;
Si yo no me valiese de herradores,
No me vería así como me veo.
Y pues fallezco, sé caritativo;
Sácame con los dientes este clavo,
Muera yo sin dolor tan excesivo,
Y cómeme después de cabo a rabo.»
«¡Oh! dijo el cazador con ironía,
Contando con la presa ya en la mano,
No solamente sé la anatomía,
Sino que soy perfecto cirujano.
El caso es para mí una patarata,
La operación no más que de un momento;
Alargue bien la pata,
Y no se me acobarde, buen Jumento.»
Con su estuche molar desenvainado
El nuevo profesor llega al doliente;
Mas éste le dispara de contado
Una coz que le deja sin un diente.
Escapa el cojo, pero el triste herido
Llorando se quedó su desventura.
«¡Ay infeliz de mí! bien merecido
El pago tengo de mi gran locura.
Yo siempre me llevé el mejor bocado
En mi oficio de Lobo carnicero;
Pues si puedo vivir tan regalado,
éA qué meterme ahora a curandero?»
Hablemos en razón: no tiene juicio
Quien deja el propio por ajeno oficio.
Selina- ♕-Princesa
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
El asno y el caballo
Iban, mas no sé adonde ciertamente,
Un Caballo y un Asno juntamente;
Este cargado, pero aquel sin carga.
El grave peso, la carrera larga
Causaron al Borrico tal fatiga,
Que la necesidad misma le obliga
A dar en tierra. «Amigo compañero,
No puedo más, decía; yo me muero.
Repartamos la carga, y será poca;
Si no, se me va el alma por la boca.»
Dice el otro: «Revienta enhorabuena:
¿Por eso he de sufrir la carga ajena?
Gran bestia seré yo si tal hiciere.
Miren y qué borrico se me muere.»
Tan justamente se quejó el Jumento,
Que expiró el infeliz en el momento.
El Caballo conoce su pecado,
Pues tuvo que llevar mal de su grado
Los fardos y aparejos todo junto,
Ítem más el pellejo del difunto.
Juan, alivia en sus penas al vecino;
Y él, cuando tú las tengas, déte ayuda;
Si no lo hacéis así, temed sin duda
Que seréis el Caballo y el Pollino.
Un Caballo y un Asno juntamente;
Este cargado, pero aquel sin carga.
El grave peso, la carrera larga
Causaron al Borrico tal fatiga,
Que la necesidad misma le obliga
A dar en tierra. «Amigo compañero,
No puedo más, decía; yo me muero.
Repartamos la carga, y será poca;
Si no, se me va el alma por la boca.»
Dice el otro: «Revienta enhorabuena:
¿Por eso he de sufrir la carga ajena?
Gran bestia seré yo si tal hiciere.
Miren y qué borrico se me muere.»
Tan justamente se quejó el Jumento,
Que expiró el infeliz en el momento.
El Caballo conoce su pecado,
Pues tuvo que llevar mal de su grado
Los fardos y aparejos todo junto,
Ítem más el pellejo del difunto.
Juan, alivia en sus penas al vecino;
Y él, cuando tú las tengas, déte ayuda;
Si no lo hacéis así, temed sin duda
Que seréis el Caballo y el Pollino.
Selina- ♕-Princesa
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
El labrador y la providencia
Un labrador cansado,
En el ardiente estío,
Debajo de una encina
Reposaba pacífico y tranquilo.
Desde su dulce estancia
Miraba agradecido
El bien con que la tierra
Premiaba sus penosos ejercicios.
Entre mil producciones,
Hijas de su cultivo,
Veía calabazas,
Melones por los suelos esparcidos.
«¿Por qué la Providencia,
Decía entre sí mismo,
Puso a la ruin bellota
En elevado preeminente sitio?
¿Cuánto mejor sería
Que, trocando el destino,
Pendiesen de las ramas
Calabazas, melones y pepinos?»
Bien oportunamente,
Al tiempo que esto dijo,
Cayendo una bellota,
Le pegó en las narices de improviso.
«Pardiez, prorrumpió entonces
El Labrador sencillo,
Si lo que fue bellota,
Algún gordo melón hubiera sido,
Desde luego pudiera
Tomar a buen partido
En caso semejante
Quedar desnarigado, pero vivo.»
Aquí la Providencia
Manifestarle quiso
Que supo a cada cosa
Señalar sabiamente su destino.
A mayor bien del hombre
Todo está repartido:
Preso el pez en su concha,
Y libre por el aire el pajarillo.
En el ardiente estío,
Debajo de una encina
Reposaba pacífico y tranquilo.
Desde su dulce estancia
Miraba agradecido
El bien con que la tierra
Premiaba sus penosos ejercicios.
Entre mil producciones,
Hijas de su cultivo,
Veía calabazas,
Melones por los suelos esparcidos.
«¿Por qué la Providencia,
Decía entre sí mismo,
Puso a la ruin bellota
En elevado preeminente sitio?
¿Cuánto mejor sería
Que, trocando el destino,
Pendiesen de las ramas
Calabazas, melones y pepinos?»
Bien oportunamente,
Al tiempo que esto dijo,
Cayendo una bellota,
Le pegó en las narices de improviso.
«Pardiez, prorrumpió entonces
El Labrador sencillo,
Si lo que fue bellota,
Algún gordo melón hubiera sido,
Desde luego pudiera
Tomar a buen partido
En caso semejante
Quedar desnarigado, pero vivo.»
Aquí la Providencia
Manifestarle quiso
Que supo a cada cosa
Señalar sabiamente su destino.
A mayor bien del hombre
Todo está repartido:
Preso el pez en su concha,
Y libre por el aire el pajarillo.
Selina- ♕-Princesa
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
El asno vestido de león
Un Asno disfrazado
Con una grande piel de León andaba;
Por su temible aspecto casi estaba
Desierto el bosque, solitario el prado.
Pero quiso el destino
Que le llegase a ver desde el molino
La punta de una oreja el molinero.
Armado entonces de un garrote fiero,
Dale de palos, llévalo a su casa.
Divúlgase al contorno lo que pasa;
Llegan todos a ver en el instante
Al que habían temido León reinante;
Y haciendo mofa de su idea necia,
Quien más le respetó, más le desprecia.
Desde que oí del Asno contar esto
Dos ochavos apuesto,
Si es que Pedro Fernández no se deja
De andar con el disfraz del caballero,
A vueltas del vestido y el sombrero,
Que le han de ver la punta de la oreja.
Con una grande piel de León andaba;
Por su temible aspecto casi estaba
Desierto el bosque, solitario el prado.
Pero quiso el destino
Que le llegase a ver desde el molino
La punta de una oreja el molinero.
Armado entonces de un garrote fiero,
Dale de palos, llévalo a su casa.
Divúlgase al contorno lo que pasa;
Llegan todos a ver en el instante
Al que habían temido León reinante;
Y haciendo mofa de su idea necia,
Quien más le respetó, más le desprecia.
Desde que oí del Asno contar esto
Dos ochavos apuesto,
Si es que Pedro Fernández no se deja
De andar con el disfraz del caballero,
A vueltas del vestido y el sombrero,
Que le han de ver la punta de la oreja.
Selina- ♕-Princesa
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
La gallina de los huevos de oro
Érase una Gallina que ponía
Un huevo de oro al dueño cada día.
Aun con tanta ganancia mal contento,
Quiso el rico avariento
Descubrir de una vez la mina de oro,
Y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matóla, abrióla el vientre de contado;
Pero, después de haberla registrado,
¿Qué sucedió? que muerta la Gallina,
Perdió su huevo de oro y no halló mina.
¡Cuántos hay que teniendo lo bastante
Enriquecerse quieren al instante,
Abrazando proyectos
A veces de tan rápidos efectos
Que sólo en pocos meses,
Cuando se contemplaban ya marqueses,
Contando sus millones
Se vieron en la calle sin calzones.
Un huevo de oro al dueño cada día.
Aun con tanta ganancia mal contento,
Quiso el rico avariento
Descubrir de una vez la mina de oro,
Y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matóla, abrióla el vientre de contado;
Pero, después de haberla registrado,
¿Qué sucedió? que muerta la Gallina,
Perdió su huevo de oro y no halló mina.
¡Cuántos hay que teniendo lo bastante
Enriquecerse quieren al instante,
Abrazando proyectos
A veces de tan rápidos efectos
Que sólo en pocos meses,
Cuando se contemplaban ya marqueses,
Contando sus millones
Se vieron en la calle sin calzones.
Selina- ♕-Princesa
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
Los cangrejos
Los más autorizados, los más viejos
De todos los Cangrejos
Una gran asamblea celebraron.
Entre los graves puntos que trataron,
A propuesta de un docto presidente,
Como resolución la más urgente
Tomaron la que sigue: «Pues que al mundo
Estamos dando ejemplo sin segundo,
El más vil y grosero
En andar hacia atrás como el soguero;
Siendo cierto también que los ancianos,
Duros de pies y manos,
Causándonos los años pesadumbre,
No podemos vencer nuestra costumbre;
Toda madre desde este mismo instante
Ha de enseñar andar hacia delante
A sus hijos; y dure la enseñanza
Hasta quitar del mundo tal usanza.»
«Garras a la obra», dicen las maestras,
Que se creían diestras;
Y sin dejar ninguno,
Ordenan a sus hijos uno a uno
Que muevan sus patitas blandamente
Hacia adelante sucesivamente.
Pasito a paso, al modo que podían,
Ellos obedecían;
Pero al ver a sus madres que marchaban
Al revés de lo que ellas enseñaban,
Olvidando los nuevos documentos,
Imitaban sus pasos, más contentos.
Repetían sus madres sus lecciones,
Mas no bastaban teóricas razones;
Porque obraba en los jóvenes Cangrejos
Sólo un ejemplo más que mil consejos.
Cada maestra se aflige y desconsuela,
No pudiendo hacer práctica su escuela;
De modo que en efecto
Abandonaron todas el proyecto.
Los magistrados saben el suceso,
Y en su pleno congreso
La nueva ley al punto derogaron,
Porque se aseguraron
De que en vano intentaban la reforma,
Cuando ellos no sabían ser la norma.
Y es así, que la fuerza de las leyes
Suele ser el ejemplo de los reyes.
De todos los Cangrejos
Una gran asamblea celebraron.
Entre los graves puntos que trataron,
A propuesta de un docto presidente,
Como resolución la más urgente
Tomaron la que sigue: «Pues que al mundo
Estamos dando ejemplo sin segundo,
El más vil y grosero
En andar hacia atrás como el soguero;
Siendo cierto también que los ancianos,
Duros de pies y manos,
Causándonos los años pesadumbre,
No podemos vencer nuestra costumbre;
Toda madre desde este mismo instante
Ha de enseñar andar hacia delante
A sus hijos; y dure la enseñanza
Hasta quitar del mundo tal usanza.»
«Garras a la obra», dicen las maestras,
Que se creían diestras;
Y sin dejar ninguno,
Ordenan a sus hijos uno a uno
Que muevan sus patitas blandamente
Hacia adelante sucesivamente.
Pasito a paso, al modo que podían,
Ellos obedecían;
Pero al ver a sus madres que marchaban
Al revés de lo que ellas enseñaban,
Olvidando los nuevos documentos,
Imitaban sus pasos, más contentos.
Repetían sus madres sus lecciones,
Mas no bastaban teóricas razones;
Porque obraba en los jóvenes Cangrejos
Sólo un ejemplo más que mil consejos.
Cada maestra se aflige y desconsuela,
No pudiendo hacer práctica su escuela;
De modo que en efecto
Abandonaron todas el proyecto.
Los magistrados saben el suceso,
Y en su pleno congreso
La nueva ley al punto derogaron,
Porque se aseguraron
De que en vano intentaban la reforma,
Cuando ellos no sabían ser la norma.
Y es así, que la fuerza de las leyes
Suele ser el ejemplo de los reyes.
Selina- ♕-Princesa
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
Las ranas sedientas
Dos ranas que vivían juntamente,
En un verano ardiente
Se quedaron en seco en su laguna.
Saltando aquí y allí, llegó la una
A la orilla de un pozo.
Llena entonces de gozo,
Gritó a su compañera:
«Ven y salta ligera.»
Llegó, y estando entrambas a la orilla,
Notando como grande maravilla,
Entre los agotados juncos y heno,
El fresco pozo casi de agua lleno,
Prorrumpió la primera: «¿A qué esperamos,
Que no nos arrojamos
Al agua, que apacible nos convida?»
La segunda responde: «Inadvertida,
Yo tengo igual deseo,
Pero pienso y preveo
Que, aunque es fácil al pozo nuestra entrada,
La agua, con los calores exhalada,
Según vaya faltando,
Nos irá dulcemente sepultando,
Y al tiempo que salir solicitemos,
En la Estigia laguna nos veremos.»
Por consultar al gusto solamente
Entra en la nasa el pez incautamente,
El pájaro sencillo en la red queda,
Y ten qué lazos el hombre no se enreda?
En un verano ardiente
Se quedaron en seco en su laguna.
Saltando aquí y allí, llegó la una
A la orilla de un pozo.
Llena entonces de gozo,
Gritó a su compañera:
«Ven y salta ligera.»
Llegó, y estando entrambas a la orilla,
Notando como grande maravilla,
Entre los agotados juncos y heno,
El fresco pozo casi de agua lleno,
Prorrumpió la primera: «¿A qué esperamos,
Que no nos arrojamos
Al agua, que apacible nos convida?»
La segunda responde: «Inadvertida,
Yo tengo igual deseo,
Pero pienso y preveo
Que, aunque es fácil al pozo nuestra entrada,
La agua, con los calores exhalada,
Según vaya faltando,
Nos irá dulcemente sepultando,
Y al tiempo que salir solicitemos,
En la Estigia laguna nos veremos.»
Por consultar al gusto solamente
Entra en la nasa el pez incautamente,
El pájaro sencillo en la red queda,
Y ten qué lazos el hombre no se enreda?
Selina- ♕-Princesa
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
El cuervo y el zorro
En la rama de un árbol,
Bien ufano y contento,
Con un queso en el pico,
Estaba el señor Cuervo.
Del olor atraído
Un Zorro muy maestro,
Le dijo estas palabras,
A poco más o menos:
«Tenga usted buenos días,
Señor Cuervo, mi dueño;
Vaya que estáis donoso,
Mono, lindo en extremo;
Yo no gasto lisonjas,
Y digo lo que siento;
Que si a tu bella traza
Corresponde el gorjeo,
Juro a la diosa Ceres,
Siendo testigo el cielo,
Que tú serás el fénix
De sus vastos imperios.»
Al oír un discurso
Tan dulce y halagüeño,
De vanidad llevado,
Quiso cantar el Cuervo.
Abrió su negro pico,
Dejó caer el queso;
El muy astuto Zorro,
Después de haberle preso,
Le dijo: «Señor bobo,
Pues sin otro alimento,
Quedáis con alabanzas
Tan hinchado y repleto,
Digerid las lisonjas
Mientras yo como el queso.»
Quien oye aduladores,
Nunca espere otro premio.
Bien ufano y contento,
Con un queso en el pico,
Estaba el señor Cuervo.
Del olor atraído
Un Zorro muy maestro,
Le dijo estas palabras,
A poco más o menos:
«Tenga usted buenos días,
Señor Cuervo, mi dueño;
Vaya que estáis donoso,
Mono, lindo en extremo;
Yo no gasto lisonjas,
Y digo lo que siento;
Que si a tu bella traza
Corresponde el gorjeo,
Juro a la diosa Ceres,
Siendo testigo el cielo,
Que tú serás el fénix
De sus vastos imperios.»
Al oír un discurso
Tan dulce y halagüeño,
De vanidad llevado,
Quiso cantar el Cuervo.
Abrió su negro pico,
Dejó caer el queso;
El muy astuto Zorro,
Después de haberle preso,
Le dijo: «Señor bobo,
Pues sin otro alimento,
Quedáis con alabanzas
Tan hinchado y repleto,
Digerid las lisonjas
Mientras yo como el queso.»
Quien oye aduladores,
Nunca espere otro premio.
Selina- ♕-Princesa
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
Un cojo y un picarón
A un buen Cojo un descortés
Insultó atrevidamente;
Oyólo pacientemente,
Continuando su carrera,
Cuando al son de la cojera
Dijo el otro: «Una, dos, tres,
Cojo es.»
Oyólo el Cojo: aquí fue
Donde el buen hombre perdió
Los estribos, pues le dio
Tanta cólera y tal ira,
Que la muleta le tira,
Quedándose, ya se ve,
Sobre un pie.
«Sólo el no poder correr,
Para darte el escarmiento
Dijo el Cojo, es lo que siento,
Que este mal no me atormenta;
Porque al hombre sólo afrenta
Lo que supo merecer,
Padecer.»
Insultó atrevidamente;
Oyólo pacientemente,
Continuando su carrera,
Cuando al son de la cojera
Dijo el otro: «Una, dos, tres,
Cojo es.»
Oyólo el Cojo: aquí fue
Donde el buen hombre perdió
Los estribos, pues le dio
Tanta cólera y tal ira,
Que la muleta le tira,
Quedándose, ya se ve,
Sobre un pie.
«Sólo el no poder correr,
Para darte el escarmiento
Dijo el Cojo, es lo que siento,
Que este mal no me atormenta;
Porque al hombre sólo afrenta
Lo que supo merecer,
Padecer.»
Selina- ♕-Princesa
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Re: Fábula de Félix María Samaniego
La mona y la zorra
En visita una Mona
Con una Zorra estaba cierto día,
Y así, ni más ni menos, la decía:
«Por mi fe, que tenéis bella persona,
Gallardo talle, cara placentera,
Airosa en el andar, como vos sola,
Y a no ser tan disforme vuestra cola,
Seríais en lo hermoso la primera.
Escuchad un consejo,
Que ha de ser a las dos muy importante
Yo os la he de cortar, y lo restante
Me lo acomodaré por zagalejo.»
«Abrenuncio, la Zorra la responde:
Es cosa para mí menos amarga
Barrer el suelo con mi cola larga
Que verla por pañal bien sé yo dónde.»
Por ingenioso que el necesitado
Sea para pedir al avariento,
Este será de superior talento
Para negarse a dar de lo sobrado.
Selina- ♕-Princesa
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